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Ginóbili: «No me siento bien y no quiero ir a dar lástima»

Habló de su ausencia en el Preolímpico de Monterrey y de su retiro de la selección.

Del otro lado de la puerta se agitan Tim Duncan, Tony Parker, Kawhi Leonard. De este lado se escuchan los gritos de Gregg Popovich. Todo se oye y nada se ve, porque no se permite observar lo que sucede allí adentro, en el entrenamiento de San Antonio. Aunque no todos los Spurs están transpirando. Manu Ginóbili se deja caer sobre un almohadón que, de tan mullido, podría fagocitarse a cualquier mortal. Desde el otro lado, insistente, el pique de la pelota. El mejor basquetbolista argentino de la historia trae un par de medias con el logo de la NBA. Acaba de quitárselas después de entrenarse. En la otra mano, un celular enorme de color blanco y unos auriculares azules que parecen de goma. Vestido con unos pantalones cortos y remera, Manu se relaja en la que es su casa desde hace casi 13 años.

«¿Llegaste bien? Está un poco retirado este lugar de la ciudad». Él domina la escena, es el anfitrión. Mitch, uno de los asistentes de Tom James, el jefe de prensa de los Spurs, observa que todo esté en orden, avisa que en la heladera hay bebidas y se retira. Manu se relaja, juega con su barba, a esta altura de la temporada bastante tupida, y se sumerge en la charla.

Mientras los temas fluyen, reflexiona sin pausa acerca de los Spurs en la NBA. Está relajado. Hasta que se menciona a la selección y la luz de su cara toma otra fuerza. Manu no le escapa a nada, es contundente. Se acomoda una y otra vez en el almohadón y acompaña con las manos sus palabras para tratar de explicar algo que no es sencillo explicar: la sensación de que le dice adiós a uno de sus amores, la camiseta de la Argentina.

– Sergio Hernández dijo que no vas a estar en Monterrey, pero que quizá quedaba alguna chance para que estés en Río 2016. ¿Podés decir algo al respecto en este momento?

– Cuando me lo preguntaron, me quedé pensando si yo no había dicho, el año pasado, cuando fue lo del Mundial, que no quería terminar así mi vínculo con la selección. Yo en mi cabeza había dado por cerrado ese capítulo. Porque bueno, no pude jugar el Mundial, lamenté no haber podido estar, pero después dije aquello del 98% (lo de su retiro) que supongo que de ahí habrá surgido el hecho de que la gente se ilusione. Dentro de mí yo me había retirado. La selección es algo tan arraigado en mí, porque empecé en el 96 con las menores, que me cuesta cerrar un capítulo y decir ya está, no juego más y no hay chances de que vuelva a vestir la camiseta de la selección. Está muy dentro de mí y me cuesta. Me encantaría mantener ese sueño vivo de jugar un Juego Olímpico, pero la realidad es que es ínfima la chance, porque ya no me da el cuero. Cada día, para cada partido, tengo que hacer un montón de cosas para llegar a la cancha, me duele todo.. Ya la competencia y el día a día perdió un poco el significado y si bien sigo apasionado cuando estoy adentro de la cancha, el básquet ya no es lo primero en mi lista de prioridades. Por lo tanto, los dos o tres meses que tengo de vacaciones, más los dolores que tengo, hacen que la selección no sea mi prioridad. No me siento bien y no quiero ir a dar lástima ni ir a sufrir. La selección es para pasarla bien, para dar todo lo que tenés y hoy por hoy no estoy en condiciones de hacer eso. La verdad es que me sorprendió que lo tenga que aclarar, pero sin duda que en Monterrey no voy a estar. Yo no tuve dudas en eso, pero está claro que dejé la puerta abierta inconscientemente.

– Hace unos días Scola decía que hoy en la selección los nombres propios no era importantes, que había que hacer un proyecto a 10 años. ¿Pensás lo mismo?

– Que hay que armar un proyecto a 10 o 20 años y sanear nuestro básquet para el futuro, no hay dudas. Creo que está bueno que quedemos algunos de nosotros para que los jóvenes o los más nuevos o los que no tienen tanto roce de NBA, puedan ver algunas de las cosas que se hacían. Ver cómo se mueve Luis (Scola) o cómo se maneja Pablo (Prigioni), que es un ejemplo tremendo. O ver cómo se entrena Chapu (Nocioni) o la constancia de Carlitos (Delfino) y su pelea en contra de ese pie y lo que hace para estar (N. de la R.: lleva dos años sin jugar por una lesión). Eso creo que sirve como espejo, no para copiar, sino para saber que existen esas formas. Hay cosas que nosotros fuimos aprendiendo, que no sabíamos que existían. Es muy importante. Pero no es más un momento en el que la selección depende de Ginóbili, Scola, Prigioni o Nocioni. Sino que es importante mantener la conducta, ese tipo de altruismo, de sentimiento, de juego y demás. Después hay que organizar todo lo otro desde la base, porque creo que quedó bastante herido.

– ¿Cómo se puede resolver el problema de bases?

– De a poco, involucrándonos todos. Y cuando digo esto es para jugadores, entrenadores, árbitros. Todos tenemos que empujar buscando un bien común. No pasa en muchos aspectos de nuestro país, vamos a tratar de que suceda en el básquet. Dejar intereses personales de lado e intentar hacer las cosas todos juntos y ver qué pasa. Ver si somos capaces de hacerlo.

– Da la sensación de que todo lo que lograron con la Generación Dorada no se supo aprovechar. ¿Lo ves así?

– Es muy difícil decir que no se aprovechó porque no se puede determinar cómo se podría haber aprovechado. No sé. Definitivamente se hicieron cosas muy mal. Es posible que se podrían haber hecho cosas desde las bases, yo no sé cuál era la solución. Pero al enterarnos el año pasado de cuál era la situación económica y estructural de la Confederación, sin duda que se hicieron las cosas muy mal. Saber que están 30 millones de pesos abajo, con una selección que no viajaba en jet privados a todos lados.. Supongo que algo deberíamos haber generado ¿no? Desde el subcampeonato de 2002 hasta el cuarto puesto en Londres, algo se tendría que haber generado. Y no sucedió. Uno dice, ¿cómo puede ser? Y hasta te sentís un poco cómplice. Porque nosotros nos veníamos quejando desde hacía un tiempo, pero eran demasiadas las cosas que pasaban. Pero bueno, pasó, somos responsables todos, desde los de arriba hasta los de abajo. Esperemos reconstruir todo y que todos estemos desde el mismo lado. Pero como toda crisis, cuando es bien profunda, invita a rearmar y plantar la semilla de nuevo y a ponerse a laburar. Y que todos se pongan en el mismo camino para encarrilar esto.

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