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San José Gabriel Brochero, el hombre y el santo, según la BBC

BBC Mundo hizo una reseña de la vida y la obra del Cura Brochero, el argentino que el Papa Francisco canonizó.-

«Usaba malas palabras para que la gente lo entendiera», apunta Tomy del Carrillo. Sonriente, orgullosa, radiante.

Habla así del carisma de José Gabriel del Rosario Brochero, mejor conocido como el padre Brochero, el sacerdote argentino que será declarado santo este domingo por el papa Francisco.

«Hace 15 días estuve con él», continúa Del Carrillo, mientras exhibe en su celular las fotos que tomó de las efigies del ahora santo en Córdoba, donde reposan sus restos.

Del Carrillo, una rosarina de 62 años, habla con BBC Mundo al frente de un busto de Brochero instalado en el altar de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, el principal templo católico de Argentina.

«Lo visito cada tanto para agradecerle los milagros», asegura ella, sobre una localidad en las montañas cordobesas que lleva su nombre, Villa Cura Brochero, donde este domingo se congregarán miles de devotos para celebrar la santificación.

Brochero es un símbolo nacional argentino, sobre todo porque la gente lo considera como «uno del pueblo».

Brochero, que como buen cordobés también es conocido como «el cura guacho», será canonizado, casualmente por un Papa argentino, después de un proceso de casi 50 años en el que, entre otras cosas, le certificaron dos milagros.

Será el primer santo argentino, si no se cuenta a Benito de Jesús, el mártir cristiano que se fue del país a los 4 años de edad a España, donde vivió casi toda su vida.

Brochero, en cambio, es considerado tan argentino como Francisco, un estilo de símbolo nacional, y al igual que los fervientes seguidores del Papa, la gente lo adora por sus gestiones en favor de los pobres.

La mula de Borchero es tan famosa como él. La conocen como Malacara.
La mula de Borchero es tan famosa como él. La conocen como Malacara.
Uno como todos

Brochero nació en Villa Santa Rosa, un pequeño poblado en el norte de la provincia de Córdoba, el 16 de marzo de 1840, y murió en Villa del Tránsito (también en Córdoba) el 26 de enero de 1914.

Aunque los pueblos solo estaban separados por 50 kilómetros, en las montañas de Córdoba las distancias están mediadas por las pendientes de una de las zonas montañosas menos exploradas del Cono Sur, que en tiempos de Brochero contaban con poco, si no nulo, contacto con las ciudades.

Bajo su mando de presbítero estaban 4.336 kilómetros cuadrados de valles y serranías habitadas por campesinos, prófugos e indigentes.

Y pese a ello se le recuerda por generar desarrollo en estas tierras hostiles, abandonadas por el Estado.

Conectar la ciudad moderna con el pueblo aislado es una de las contribuciones que le atribuyen Brochero, no solo en términos de transporte: gracias a él llegaron escuelas, hospitales y gobierno a las remotas sierras cordobesas.

 

Religioso consuelo

También los historiadores lo recuerdan por sus labores asistenciales, «ofreciendo al moribundo el religioso consuelo», durante una epidemia de cólera en 1867 que dejó más de 4.000 muertos.

Tan cercano era a los vulnerables que, según la literatura, Brochero al parecer se contagió de la lepra por la cual murió luego de haber compartido el tradicional mate con personas que padecían esta enfermedad.

Pero más que por sus gestiones, lo que muchos argentinos le celebran es el estilo jocoso, informal y austero con que les gusta identificarse: el que le atribuyen al «argentino del pueblo».

Legenda es su mula, Malacara.

Legenda es el día que se tiró a un río crecido para ir a auxiliar a un moribundo.

Legenda son sus ingeniosas maneras de capturar delincuentes.

Legenda son sus palabras, dichos y discursos.

«Dicen que al despedirse de sus ilustrísimos colegas, quitose rápido la muceta (ropaje sacerdotal), como si le molestara, y la entregó con gracia, diciendo: ‘Este apero (utensilio) no es para mi lomo’. Y según otro testimonio, habría luego añadido: ‘Ni esta mula para este corral'», se lee en Don Quijote por las sierras de Córdoba, una biografía.

 

Dos milagros

Durante las tres décadas siguientes, las autoridades del Vaticano y la arquidiócesis de Córdoba recopilaron, analizaron y publicaron decenas de escritos suyos y testimonios de testigos visuales y auditivos.

En 2012, el Vaticano certificó la intercesión de Brochero en un milagro que, explica, ocurrió en 2000: Osvaldo Flores pidió la intervención divina de Brochero para que su hijo Nicolás se sanara después de haber sufrido tres paros cardiorrespiratorios tras un accidente automovilístico en Córdoba.

El niño se mejoró de repente y la Iglesia validó el milagro

Nicolás Flores se mejoró sin que nadie encontrase explicación de cómo.

El segundo milagro en el que se certificó la intercesión de Brochero tiene que ver con la recuperación inesperada de Camila Brusotti, una cordobesa de 8 años quien al haber sido golpeada por su madre y su padrastro sufrió un infarto masivo.

Los médicos habían pronosticado su muerte o vida vegetativa, pero su padre acudió a Brochero.

Poco a poco Camila empezó a caminar y recuperarse sin que los médicos encontrasen una explicación.

Y este año Francisco validó el milagro.

 

El Santo de los pobres

Pero Del Carrillo, la mujer que admira la estatua de Brochero ante los ojos de BBC Mundo en Buenos Aires, no tiene claro de qué se trataron los milagros del hoy santo.

Más bien, ella recuerda su carisma, se refiere a él como «el padrecito», se le ilumina el rostro cuando lo menciona.

En el proceso de canonización, algunos sacerdotes criticaron las expresiones «vulgares» de Brochero, que supuestamente eran «impropias de los santos».

«Brochero era un hombre psicológicamente rudo», escribió uno de los críticos.

Pero son esas vulgaridades, esas «malas palabras», lo que hace que muchos argentinos vean a Brochero como uno de ellos. Un argentino del pueblo. Un cura gaucho.

Que ahora es santo.

El presidente Mauricio Macri visitará por segunda vez al papa Francisco el domingo. Muchos encuentran simbolismo en la visita, justo durante la canonización de un «cura de los pobres», después de que la primera reunión no resultó bien reseñada (duró menos de media hora).

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